Cara de

Fedosy Santaella



Cara de Bukowski
cara de
Rimbaud y Lautréamont
de Sexton
de Carrigton
de Schreber.

Cara de opa, como en el crucigrama,
o cara de loco, y ya.

(Por cierto, ¿saben los locos armar crucigramas?)

Cara de reja, toda una reja,
de puerta, un portón,
una bóveda de banco
que sólo abre del otro lado.

Cara de portada de cómic,
dañada de fábrica, rareza de subasta,
que comprará Bill Gates algún día.

Cabello sobre la cara
el pie tantea las lozas del jardín,
Alicia sin agujero, boca disuelta en baba,
desde los cinco, dicen.

Karateca la cara de alzar la pierna
golpeando el aire con la cara de Hércules inhalada.
Enemigo de estas caras, el aire que nada lleva.

Cara de banquito
donde recibiste las caretas de tus padres,
y cara de biblioteca bajo llave,
con tifones en la cabellera
el dueño temporal de la puerta.
Es un artista, un poeta,
ellos tienen privilegios aquí.
Yo no, yo no soy poeta.

(Por cierto, ¿admite libros esta muda sordera?)

Pastillas de colores
sobre el mar bautismal,
un barco a la deriva que transporta ojeras,
ideas perdidas, brújalas de hojarasca,
mantos mortajas, la lluvia se quiebra,
y una cara de mujer jurado te pide un dibujo,
y tú dibujas.

(Por cierto, ¿sabrá leer el tarot esa linda cara rorscharch?)

Mírame,
mírame la nariz, si quieres,
tú que no te alojas aquí,
mírame que te tengo otra pregunta.

(Algo con espejos, algo así)

Ustedes saben, y los esconden.
Temen que estas caras se reproduzcan
en el útero del mercurio,
y que se queden allí, al acecho
de los demás.

Pero a este lugar
las caras vienen a reconocerse.
Algo buscan, algo descifran,
y finalmente sanan,
pero no como afuera se quiere,
o se requiere,
ellas sanan entre ellas mismas,
sonríen sanas
al reflejarse.

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